Liberación del hombre contemporáneo y la fuerza del Evangelio. Juan Pablo II

Son las 23 h. del 26 de Abril de 2014 cuando redacto esta entrada a mi blog, DESDE MI ATALAYA DIGITAL. Me siento anonadado, atónito, pasmado, al contemplar el sectarismo, el continuo ataque a la Iglesia utilizando siempre los mismo tópicos y falacias (mentiras), la secular manipulación perversa de la realidad, de la verdad, el día anterior a la Canonización (declaración y reconocimiento de la santidad) de los Beatos Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, probablemente el acontecimiento espiritual, internacional, mundial, más importante del siglo XXI por la esperada asistencia de una inmensa multitud a Roma.

Prima en la mayoría de medios de comunicación y sobre todo en el Canal 24 horas de TVE «noticias tan triviales e importantes» como la presentación en Palma de Mallorca de Pablo Iglesias, candidato mediático a las Elecciones Europeas donde los haya, quien ha visitado platós tan dispares como Intereconomía o La Sexta; es el periódico UH quien se hace eco de la antedicha «gran noticia» (al parecer han asistido a ella 1-2 centenares de ciudadanos), eso sí, mencionan el nombre de los Papas que mañana van a ser santos a partir de la pintura de ambos obra del jesuíta M. Garau Horrach.

Por su parte, el canal internacional de TVE es fiel a ese comportamiento de ninguneo, de ocultación de identidades, de probable deseo que tal acontecimiento multitudinario (universal en mi opinión)  hacia Juan Pablo II y Juan XXIII pase desapercibido, en contraposición de «noticias tan importantes (asimismo referidas a las Elecciones Europeas)». Es significativa la ocultación de las identidades de los Papas a canonizar cuando se refieren a la asistencia de los Reyes de España, pero el súmmum (el colmo, lo sumo) es afirmar que concelebrarán dos papas, como si no fueran dos nombres propios también universalmente conocidos, a quienes tampoco se identifica (Papas Franciso y emérito Benedicto XVI); en esa línea sí nombran a conocidos dirigentes de izquierda y sus declaraciones, muy similares por cierto: Zapatero, quien se arrepiente de no haber subido más el sueldo base, destacando E. Valenciano sus leyes sociales (en busca del voto para conseguir una Europa más confederal y social); algo más a la izquierda, creo recordar Cayo Lara o el programa de IU a las Europeas anhelan lo mismo, una Europa más social; llamativamente, una vez más y de nuevo en contraposición a lo declarado por Arias Cañete (trabajar para no repetir el pasado) el Canal 24 h. oculta a que pasado se refiere (aquél que casi nos llevó al abismo, al desastre económico, a los más de 5 millones de trabajadores en paro) y, al igual que hacen con los Papas a santificar, no identifican ni nombran a los responsables, aunque en ambos casos a todos los conocemos, por mucho que se nieguen u oculten: los primeros para admirarlos, honrarlos y reconocer sus méritos, sus heroicidades para ser reconocidos santos que con toda seguridad permanecerán en el tiempo, por los siglos de los siglos (San Juan XXIII y San Juan Pablo II), algo muy diferente a la más conveniente actitud a adoptar: la del olvido y asunción de responsabilidad de quienes fueron protagonistas de tal desastre (mejor ni siquiera identificarlos).

Frente a esa manipulación perversa de la verdad sobre la noticia de la santificación de Juan XXIII y Juan Pablo II solamente la fuerza del Evangelio hará que tenga lugar la liberación del miedo del hombre contemporáneo ante esa «fuerza predominante» que los creyentes, a través de nuestra Fe, llamamos «DIOS». Utilizando y reconociendo el magisterio del Beato Juan Pablo II transcribo sus propias palabras impresas en la contraportada de su libro «Cruzando el umbral de la esperanza», editado en el año 1994:

«Para liberar al hombre contemporáneo del miedo de sí mismo, del mundo, de los otros hombres, de los poderes terrenos, de los sistemas opresivos, para liberarlo de todo síntoma de miedo servil ante esa «fuerza predominante» que el creyente llama Dios, es necesario desearle que lleve y cultive en en su propio corazón el verdadero temor de Dios, que es el principio de la sabiduría. Ese temor de Dios es la fuerza del Evangelio. Es temor creador, nunca destructivo. Genera hombres que se dejan guiar por la responsabilidad, por el amor responsable. Genera hombres santos, es decir, verdaderos cristianos, a quienes pertenece en definitiva el futuro del mundo.

Ciertamente André Malraux tenía razón cuando decía que «el siglo XXI será el siglo de la religión o no será en absoluto».

                                                                                                                                                                                                 JUAN PABLO II