23 de diciembre a las 11:55 

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¿CUÁL ES EL AUTÉNTICO SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD?»

Reconstruir la Navidad». Norberto Alcover

          Con tu permiso, padre Alcover, en este primer párrafo quiero, deseo compartir y doy máxima difusión a tu mensaje sobre el verdadero significado de la Navidad. Lo que está claro es que, hoy por hoy, se ha convertido en la realidad de la insolidaridad, hedonismo y egoísmo rampante para también muchísimos cristianos que en efecto tal parece se avergüenzan de serlo y expresarlo. Gracias por tu extraordinaria reflexión. Un abrazo.
          Hace años, uno de los super-almacenes de más arraigo en España, dedicaba su gran fachada navideña al misterio de Belén, con profusión de fascinantes detalles. Era una maravilla, y tengo la impresión de que apenas molestaba. Con el tiempo, Belén fue sustituido por Papá Noël y sus ciervos estilizados, y algunos se molestaron por el cambio pero ya entonces se alegó que el cambio era para no molestar a otras confesiones religiosas. Actualmente, la gran fachada aparece completamente iluminada, sin rasgo icónico alguno, de tal forma que uno se pregunta de qué va la cosa. Pero nadie responde. Todo un logro: las mejores ventas del año, escondiendo la razón de que los ciudadanos entren alegres y satisfechos a lanzarse sobre las maravillas rebajadas.
          En este caso, que solamente es un ejemplo elegido por su evidencia ciudadana, se ha producido una completa deconstrucción de lo que es y significa la Navidad, que sigue siendo, moleste o no, el motivo de tantas prisas, de tantas cenas, de tantos regalos, y hasta de un residuo religioso para los creyentes cristianos. Pero sucede que, por razones obvias, resumidas en eso que hemos convenido en llamar “secularización social”, tan manoseada ella, sucede que hasta es moda ocultar lo que realmente justifica todo este relato a finales de diciembre. Por otra parte, uno de los pocos momentos anuales en que recuperamos una cierta ingenuidad e inocencia. Aunque sean prestadas por las circunstancias. Seguramente estaremos satisfechos de una deconstrucción tan conseguida, pero mucho me temo que, en el silencio de muchas conciencias, tiemble la convicción de una cierta adulteración del misterio originario. La fachada en blanco rutilante. Punto.
          Creo recordar que, en algún lugar del edificio, enorme, hay un belén bastante bien montado. Es de agradecer, pero en la fachada, no. Con lo que, alguien dirá que la deconstrucción no es absoluta, si bien resulte un tanto escondida. Todo esto, que es mucho más de cuanto parece significar, nos conduce a un interrogante que, con los años, me inquieta más y más: ¿se trata de que el misterio de la Navidad ha perdido “momento” por la ya citada secularización, o estamos ante una especie de “vergüenza creyente”, que nos lleva a ocultar lo que realmente creemos muchos de nosotros?. Toda respuesta absoluta será ineficaz al respecto porque seguramente conviven respuestas diversas, que hacen muy dificultosa la comprensión exacta del problema. No tengo la menor duda. Pero el hecho es que muchos de nosotros, en ocasiones sin apenas darnos cuenta, hemos decidido que nuestras fachadas estén en un blanco luminoso… pero sin detalle alguno que comunique nuestra identidad religiosa.
          No se trata de una pasión exacerbada por imponer una determinadas señas de identidad en plan apologeta. En absoluto. Se trata de que, si fuéramos consecuentes, los creyentes cristianos reconstruiríamos la Navidad, otorgándole la presencia icónica que merece. Claro está que, para nada puede prevalecer la explicación tan manida y ya citada de que “Navidad visible, Navidad molesta”. Por lo tanto, reconstruir la Navidad no significa volver a determinadas prácticas religiosamente caducadas. Lo sabemos muy bien. Se trata, insistimos, en que el misterio se haga evidente, lo que no deja de resultar una contradicción, por que la Navidad es una enorme contradicción al afirmar la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Y por esta razón, este misterio tiene que ver con la fe, un asunto que no está de moda, salvo que se trate de una fe edulcorada y pietista.
Todo esto tiene que ver con las liturgias religiosas específicamente navideñas, que debieran manifestar a los hombres y mujeres del momento, lo esencial de la celebración, insistiendo en esa encarnación de Dios en Jesús. No es fácil comunicarlo de forma que parezca razonable en la actualidad, pero seguramente es posible, porque en muchos lugares se produce esta comunicación “espiritual”, que nos lleva a vibrar individual y fraternalmente con el hecho de que toda la Humanidad queda “resuelta” desde ese pequeño apenas relevante y sin embargo al que llamamos Salvador. Es posible. Y uno piensa que todo pasa por el ejercicio complementario del “amor social”, del que escribió Francisco hace un tiempo. Ya está bien de palabras y palabras sobre la paz, mientras fabricamos y vendemos armamento. Exactamente igual que ya es hora de gritar donde fuere necesario que sin respeto a los demás es imposible la convivencia. Y sin pluralidad nunca crecerá la verdadera unidad. Todo esto, y mucho más, o aparece en Navidad o toda liturgia se reduce a gestos y palabras vacías de sentido. A fin de cuentas, ese Niño nacido en Belén acabará en una Cruz, y será su Padre quien lo resucite. Otro misterio de envergadura.
          En todo caso, la Navidad se reconstruirá en la medida en que nos abramos personalmente a su misterio: de fraternidad, de transparencia y de perdón. Buenas Fiestas.