Significado de la vida y de la muerte. «Enfermos incurables», pero sí «cuidables»
        La eutanasia y el suicidio asistido son la claudicación de lo que significa la vida para todos: su final, su definitiva extinción, el final inmediato, provocado, abrupto de la vida humana, la muerte, sin la alternativa de los cuidados paliativos, para atender a los enfermos al final de su existencia; cierto, no hay pacientes, personas «incurables», pero sí «cuidables», que puedan ser cuidadas.
 
        La compasión
        La muerte provocada, inmediata, abrupta, evita, impide la compasión para quienes eligen la eutanasia activa porque significa «padecer con»; por lo tanto, es del todo falso, una gran falacia, que la eutanasia y el suicidio asistido sean un acto compasivo. Esa compasión sí es cierta y real para las personas que de ninguna manera quieren ser «eutanasiadas» ni asistidas en suicidio alguno; en realidad, desean ser cuidadas, acompañadas y amadas en su sufrimiento y tener esperanza hasta su último hálito de vida.
       La defensa de la vida y el acompañamiento es una obra de misericordia
        Se lee en el «libro de la Sabiduría»: «Dios creó al hombre incorruptible», además de otras afirmaciones en defensa de la vida. Por ese motivo, el acompañamiento del enfermo, evitando su dolor y sufrimiento -tanto físico como moral y psíquico- por todos los medios paliativos, ya sean médicos, psicológicos o sociales, «es una obra de misericordia que hace presente en él el amor de Dios».
 
        Ley de la eutanasia en España y el mundo. Derecho a la vida. Ley de cuidados paliativos. TESTAMENTO VITAL Y ESPIRITUAL. «HUMANIZAR Y DIGNIFICAR EL PROCESO DE LA MUERTE»
       Defender y proteger  la vida humana es ineludible y fundamental, lamentablemente y por desgracia, estando ya en vigor la ley de la eutanasia en España, si bien es cierto que únicamente unos pocos países del mundo disponen de ella, es inconcebible su prioridad, su anticipación a otras leyes, en especial la ley de cuidados paliativos, inexistente en España, cuando el derecho a la vida es el primero y el más importante en cualquier democracia; paradójica y afortunadamente la mayoría de los países de Europa sí tienen leyes de cuidados paliativos.
        La mejor forma de proteger la vida de todos cuantos no quieren que se les aplique la susodicha ley es acogerse al TESTAMENTO VITAL Y ESPIRITUAL: «SE TRATARÍA DE DEJAR POR ESCRITO Y DE MODO ANTICIPADO NUESTRA VOLUNTAD O DESEO DE NO SÓLO ACEPTAR O RECHAZAR ALGUNOS ACTOS O TRATAMIENTOS MÉDICOS SOLAMENTE PARA BIENMORIR, SINO MUY ESPECIALMENTE Y MUY EN CONCRETO, LOS QUE SUPONGAN LA EUTANASIA ACTIVA O MUERTE INMEDIATA O ABRUPTA, ASÍ COMO ELEGIR LA ASISTENCIA ESPIRITUAL QUE SE DESEE». En definitiva, es nuestra libertad de elección la que tiene que prevalecer por encima de todo. Liberamos a nuestros hijos, familiares o amigos en quienes hayamos delegado, del peso de tomar decisiones por nosotros, por los enfermos terminales, en momentos dificilísimos para nuestros familiares o amigos que conozcan nuestra decisión libre y soberana. Sin duda, la cumplirán. Sólo así, conseguiremos HUMANIZAR Y DIGNIFICAR EL PROCESO DE LA MUERTE.
Este escrito no hubiera visto la luz sin las «Palabras de vida» del Obispo de la Diócesis de Mallorca, colaboración periódica suya publicada en una de las hojas dominicales, con el título «Sin ningún veneno de muerte», a partir de la cual he redactado y expresado mi opinión personal. Muchísimas gracias, Don Sebastián Taltavull Anglada.