Uno de ellos extraído de algunos párrafos de su libro Caminos de Santidad p.p. 138-139 y 142-143, muy de actualidad, en estos tristes momentos: reflexión, pensamientos sobre la vida cristiana, los sufrimientos, el dolor, sus ansias de deificación y la muerte

CAMINOS DE SANTIDAD

“VIDA CRISTIANA: RENUNCIA, CRUZ Y MUERTE”

El Señor llama a todos los cristianos a la perfección evangélica, a la santidad. Pero esta perfección no podrá adquirirse sin ciertas condiciones que Cristo ha planteado con su muerte y resurrección. La mortificación, la renuncia de sí mismo y la Cruz son realidades vitalmente necesarias para la perfección de la vida cristiana.

Hagamos lo que queramos, no podemos suprimir esta terrible realidad de la muerte que afecta a todos los valores humanos. Fue preciso que el mismo Cristo pasara a través de la muerte para entrarla en la plenitud de su vida eterna y gloriosa.

No podemos seguir a Cristo, sin aprender a morir diariamente. Lejos de estar marcados por el pesimismo, el afrontamiento de esa realidad de la muerte es extremadamente sano. Por otra parte, cuando el hombre abandona esta perspectiva, cuando quiere eludir la muerte y su misterio, no encuentra ya camino. Rehusando morir, sin darse cuenta, el hombre rechaza la ley de su vida, la plenitud de ésta. Al rehusar aquello que cuesta, lo que exige renunciamientos, el hombre no llega a perfeccionarse sino a destruirse a sí mismo. Y puede perfeccionarse, es virtud de ese dinamismo interior, hasta construir el hombre ideal que encarna Cristo para el cristiano. El apóstol Pablo no duda en emplear la imagen de los juegos olímpicos y de estos atletas que están completamente tendidos hacia el “récord deportivo” y que para alcanzarlo se imponen las más duras condiciones de vida (Voillaume. Oración en el desierto).

SENTIDO DEL SUFRIMIENTO

Los sufrimientos de la vida, difíciles para nosotros, son fáciles para los que aman. El afecto de amistad a Jesucristo los cambia. El yugo del Señor es suave. Lo creen áspero quienes no lo toman. Lo sienten ligerísimo los enfermos de amor. La alegría interna, la agilidad de la fe pura, la esperanza incorruptible, la caridad los espiritualiza y los hace ingrávidos. El Espíritu Santo -alas de Dios- imprime ligereza en el hombre. No pesan infinito los tres -Padre, Hijo y Espíritu- por introducirse en uno. Deificándome, me cambian el dolor en suavidad. Sepa ya dejarme morir, poco a poco, merced e ellos, y ensayar a morir continuamente de amor, a imagen de Jesucristo, para vencer lo que el desamor no puede, y unir -con el hilo de la caridad- mis dos estaciones, la terrena y la celeste.

POSTDATA PERSONAL

Gracias Padre Rafael por su amistad y consejo espiritual, nunca le olvidaremos. D.E.P