Como todos los años, desde mi infancia, ese es mi deseo, mi anhelo: alegría, paz y felicidad porque nace nuestro Señor Jesucristo, el Niño Jesús, el Niño Dios.

«Una Navidad laica es como una carcajada sin alegría». Monseñor Francisco Ignacio Munilla

Son palabras del obispo de Bilbao pronunciadas en el programa de la tarde de Ramón García en la COPE, refiriéndose al progresivo tufo laicista durante las últimas décadas con el que se quiere adornar la tradición de la Navidad cristiana en todos los países del mundo. Lamentablemente, nos llama poderosamente la atención: con propaganda e intereses crematísticos, económicos de pingües beneficios y ganacias muchas, se manipula, se tergiversa la imagen, la verdad de la Navidad, en especial a los niños; en momentos de crisis económica, de menosprecio de valores morales y trasgresión de derechos de la persona, no se aprovecha el mensaje de Jesús: los medios de comunicación, la mayoría, se refieren a papá Noel, tradición propia del mundo anglosajón, en lugar de la realidad histórica del nacimiento de Jesús: tampoco la mayoría de los educadores y docentes así como muchos padres informan de la maravillosa  Nueva; se trata de suprimir a Dios, en definitiva a Jesús, de la vida del ser humano incluso durante la Navidad. Joseph Ratzinguer lo deja meridianamente claro en una de sus múltiples citas y sus consecuencias a ese respecto: «El intento del hombre de eliminar a Dios de su vida como condición para lograr la felicidad sólo le ha privado de las esperanzas necesarias para afrontar los desafíos diarios».

Año de la Fe

Son fechas señaladas, las de la Natividad del Señor de este año 2012, para insistir en la importancia de una renovación, de una nueva evangelización (enorme importancia del Año de la Fe) para recuperar el camino adecuado para hacer frente al laicismo rampante, a los contínuos ataques, persecución y destierro que sufren los católicos, a los múltiples y numerosos asesinatos en muchos países árabes, como Somalia, gobierno islámico fundamentalista de Sudán, Nigeria, cristianos coptos de Egipto, Irak, etc. Sin miedo o temor alguno para expresar lo fundamental de la religión y el seguimiento deseado del Camino, la Verdad y la Vida es necesario proclamar: la neutralidad laica de lo público no implica prohibir la libertad individual de expresión religiosa, en este caso el cristianismo. De todo ello se deduce lo difícil que es ser cristiano, mantener nuestra presencia en esta sociedad deseada y pretendidamente laica: «La verdad cristiana hace al hombre peligrosamente libre frente al poder», en acertada cita de  Carlos Esteban en el semanario Alba teniendo en cuenta el  Evangelio según San Juan: «La Verdad os hará libres». Una vez más, en consonancia y coincidiendo con las acertadas y brillantes palabras de Benedicto XVI, os deseo a todos:

¡Qué brille la luz de la Navidad donde se atropellan los derechos de las personas!